Noches en las que se silencian
las calles, los semáforos permaneces en ámbar, no hay personas caminando por
las aceras, ya es demasiado tarde para todo eso… Y yo aquí, en este banco
sentada viendo las estrellas pasar sobre mí, en ese cielo que conocí en muchas
ocasiones gracias a él. Hace días que lo dejé escapar, y ya siento que nada es
lo mismo. He dejado de respirar aire puro, mi pequeño colchón de nubes ha
desaparecido, y sobre todo, he perdido mi puesto en primera fila para ver los
amaneceres entre otras muchas maravillas que ocurrían cada día. Ahora, con los
pies en el suelo, pero tal vez la mente y el corazón aún rondando por allí, me
he dado cuenta que lo necesitaba más de lo que supuse. No es fácil regresar a
la realidad y no verlo por allí, pero no hay vuelta atrás. Tengo miedo de
girarme un instante y que todo haya cambiado, o simplemente en volverle a hacer
daño de nuevo. Cierto, no es lo que quiero, lo sé, pero no me permitiría caer
en la misma piedra dos veces, y que lo dicho o hecho se derrumbara de nuevo. ¿Lo
mejor? Tiempo al tiempo, y que el destino haga su función por más que duela
estar tan cerca pero a la vez tan lejos.
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