Tú, si tú. Esa que siempre está ahí. Esa para la
que la vida no parece tener suficientes decepciones y desilusiones. Esa que
anda por el cielo con sus tacones manchados de estrellas y meteoritos. Dicen,
que te cansaste de vivir entre las nubes. Que te tiraste como de un trampolín
de cabeza. Sin mirar. Sin pensar. Sí, caíste desde lo más alto, pero no era, ni
será la primera ni la última, simplemente porque tienes esa manía. Esa de
seguirle la corriente a la locura y de hacer malabares con la vida. No te
importa. Quizás es que no tienes nada que perder. Cierto, olvidé que eres una
experta perdedora. Pero ahora estás aquí. Quien sabe por qué razón. Volviste, y
nadie sabe cómo. No es algo que te importe. Porque viniste tú solita, por tu
propio pie. Sin ayuda alguna. Queriéndote más a ti misma, como hacías antes. Y
no creas que no me he dado cuenta. Eres grande, pequeña. Y no es gracias a él,
precisamente. Así es. Volviste a hacerlo tú. Y únicamente tú. Sola, sin ayuda
de nadie. Cierto. De nuevo olvidé que no te hace falta alguien que te haga ser
feliz. Porque por llevar, hoy lo llevas todo, incluso esa preciosa sonrisa.
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