Y sin querer he madurado
demasiado rápido, lo noto. Antes ante cualquier problema me escondía, lloraba y
esperaba a que pasase. Todo ha cambiado. Ahora soy quién sale y da la cara, la
única que quizás ve el lado positivo de las cosas y tiene soluciones, muchas
veces estúpidas, pero no me importa, un poco de locura de vez en cuando es
necesaria para afrontar cualquier obstáculo en el camino. No es fácil aparentar
que todo va bien, que eres feliz cuando por dentro sabes que te estás mintiendo
a ti misma y que lo único que desearías es darle a un botón y desaparecer,
aunque sea una reacción infantil, pero sin duda, la más fácil. Llegó el momento
de llorar en silencio, pasarlo mal sin que nadie lo sepa, guardarte las cosas
más dolorosas, y sobre todo de mirar hacia delante sabiendo lo que tienes
detrás. No es lo correcto, pero sí lo mejor, simplemente por esas personas que
te miran desde fuera y lo menos que desearían es verte mal. Sin embargo,
siempre llega alguno de ellos, y sin saberlo te sacan una sonrisa, de las que
solo se repiten una vez en la vida.
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